miércoles, 29 de septiembre de 2010

ensayo sobre la;" Divina Comedia "

Por: Javier Hernández

Cuando comienzo a estudiar la filosofía antigua habían obras que, a pesar de no ser estrictamente filosóficas, abrían todo un panorama para que ella se de. Obras como La Iliada, La Odisea, La Eneida, sintetizan de alguna manera la cultura de sus pueblos y de otra manera dan las bases de la cultura venidera. Enfocando, pues, la filosofía como parte de la cultura es indispensable estudiarla en su paralelo con las obras clásicas de la literatura. La obra literaria es como la llave mágica para comprender una época.

Percatándome de la importancia de tales obras, me apresuré a leerlas completamente y no sólo conocerlas de oídas. Así pues inicio mi comentario sobre la Divina Comedia teniendo en cuenta esto: que parte de lo filosófico asumiendo, comprendiendo, aprehendiendo lo literario para remontarse otra vez a lo filosófico.

Lo primero que noté en la obra es el nuevo camino abierto para el cristianismo, una ventana hacia la subjetividad personal que se da como producto de un desgarramiento interno. En primer plano aparece la angustia de una vida sin rumbo, sin salvación, a merced de las fieras. Esto nos revela que la cristiandad nos saca de la subjetividad pagana para llevarnos a la suya, en un proceso de acrecentar más el sufrimiento y el dolor en el mundo, para poner luego e inmediatamente el paliativo. Esta constatación de la miseria humana, que hace del mundo un valle de lágrimas, está mejor e insuperablemente mostrada en los cantos relativos al infierno. Es de pesadilla las descripciones que allí se hace, se pasa por tormento y tormento hacia otros peores. Unamuno nos cuenta que de niño no temía a tales tormentos, más le temía al hecho de no ‘ser’; pero en el infierno el ‘ser’ de los allí castigados se reduce, se empequeñece y se humilla hasta sólo ser para el castigo, para el dolor, el ‘ser’ se hace minúsculo, casi nada. Vivo, cierto, pero para un tormento que no tendrá fin jamás. Este infierno tan universal y plural que recibe desde Papas hasta delincuentes está compuesto de una serie de mitologías, griegas, romanas, judías y cristianas; es un verdadero mosaico, es una síntesis de las zonas más oscuras y horrorosas que las diversas culturas imaginaron y que el florentino sabe conjugar y expresar.

El objetivo de Dante es recorrer todas las esferas, junto al purgatorio e infierno, para arrepentirse de su vida alejada del camino recto, para salvarse. Según se puede inferir, Dante se aparta del camino cuando Beatriz muere y deja de irradiar luz para el poeta; hay hermosas palabras que realmente conmueven en el recuentro entre el afligido Dante y su amada en la cima del monte del purgatorio. El purgatorio es solo un punto de engranaje, lugar necesario para la purificación de los que se arrepienten en el último momento. Esbozado con trazos maestros; pero aún sigue siendo imborrable la imagen del infierno, hace falta otras maravillas para sanar el alma de tal espanto.

Me imagino que canto del paraíso habrá sido el de mayor fama y el más celebrado en la Edad Media. Apuesto que para el hombre del medioevo leer tales líneas habrá sido como la concretización de la iconografía estética y estilística de sus más anheladas esperanzas ultraterrenas. Lo más propio y auténtico de Dante, y de lo que puede llamarse medioevo y cultura cristiana, se encuentran en los cánticos del paraíso. Allí se respira el espíritu de convicción y firmeza con que el hombre vive su fe, a diferencia de la prédica vacua e indiferente de los curas. Los puntos más sublimes del canto al paraíso rozan, alcanzan un sentimiento místico; late con intensidad ese anhelo de fundirse con lo absoluto. Cuando se ve el río de oro salpicado con diamantes, cuando el poeta se olvida de sí en la contemplación de la belleza radiante de Beatriz, cuando por obra de un amor divino el poeta puede por algunos segundos al menos contemplar la esencia divina y luego caer exhausto.

Pero ahora bien, leer la Divina Comedia en pleno siglo XXI, despojado y teniendo otros marcos que el de la época, me lleva a decir que el aterrador pasaje del infierno no ha sido curado por las bellas figuras del paraíso. Es decir, que para nuestro tiempo la creencia y esperanza en un mundo de ultratumba, en un mundo poblado de espíritus puros y criaturas celestiales es una mentira piadosa, cuando en muchos casos una gran mentira. Ya no todos aceptan la imagen del paraíso. “Oh, florentinos cuantos cambios y revoluciones ha habido en el mundo, trashumantes las ideas de los hombres han mudado sin cesar, nuevas concepciones llenan sus cabezas y ellos piensan que son más verdaderas, más convenientes, piensan que progresan”.

El mérito inmortal de Dante es haber puesto ante los ojos de todos lo tiempos la miseria humana, que algo tiene que nos conmueve y aterra aún en nuestros días. Ilustrados los males y vicios, en el rincón más oscuro del infierno los traidores se confunden en la boca del gran Rebelde; ser rebelde, buscar la revolución es de verdad el más grande pecado, querer invertir las Tablas es lo imperdonable. Lo que de manera natural y a la vez sorprendente concluimos de la Divina Comedia es que el Infierno es la vida misma. Hay en esta obra una estructura de permanencia (infierno) y de temporalidad, caducidad, pasajera, histórica (purgatorio, paraíso). El dolor, el sufrimiento, la angustia, la desesperación es lo permanente de la vida, y en el fondo es la vida misma.

El infierno retrata al hombre caído, al hombre que no tiene esperanza, el que no ve ya ninguna mentira piadosa para su existencia más llevadera. Así sería el hombre, desesperado como el alma que furiosa devora a su enemigo en un estanque del infierno, alma hambrienta, furiosa que murió viendo morir de hambre a su familia; así muere el hombre, en un hambre insaciable por no saber el por qué y el sentido de su existencia. Y es que en la Edad Media el por qué y el para qué del infierno se contestaban por la presencia de Dios, del paraíso, de la esperanza. Ahora todo ello se ha destruido, el hombre moderno lo0 ha sustituido por la presencia de ideales cada vez más artificiales e inventados. El hombre consumista, producto del sistema capitalista, es peor y más degenerado que cualquiera de los engendros malditos que habita en el infierno.

Así pues el purgatorio sería un sueño ligero que no logra apartarse de la vigilia, el paraíso sería el sueño profundo en el que cae el hombre fatigado. Las imágenes que Dante construye luego del aterrador infierno, solo eso, sueños, bellas figuras; como también lo hacían los griegos para hacer de la vida algo pleno y con sentido. Pero el sueño es pasajero e inconstante, cada noche soñamos cosas diferentes, nuestra mente maquina argucias nuevas. Si hay algo que puede ser llamado lo real, Dante lo capta en lenguaje literario, es decir, en su lenguaje, en su fluidez y vida, diferente tal vez a la construcción de las abstracciones de un filósofo. La obra de Dante corre pareja y hermanada con la de Santo Tomás de Aquino, ambos genios gemelos, de donde se recogen resonancias de Aristóteles, pero teniendo como receptáculo el espíritu platónico de la Edad Media.

Pero hay un elemento en la Divina Comedia que puede valer o al menos intentar dar el sentido a la vida. Me refiero a lo místico, al sentimiento de unión y pertenencia inmediata a lo absoluto. ¡Ay, cuán pálido y demacrado se veía el espíritu místico!, descarnado y enfermo, demasiado descolorido y falto de vida. Creo que es cierto lo que dice Nieszche sobre el cristianismo, es una degeneración de la vida, de los valores, del hombre trágico; pero esto habría que examinarlo con cuidado, quitando la rabia personal con la que Nieszche lo ataca. Por lo demás es cierto, la salvación, la plenitud, la luz solo se dan en un hombre resignado y vencido, en un hombre contrariado, en un hombre que niega sus instintos más naturales hasta hacerlos monstruos y pecados, ¡Oh, que abominable imagen tiene de sí! Que inauténtico y enajenado de su ser natural. El místico cristiano es el asceta, el hambriento y penitente, el negador de la vida, conciente o inconsciente, tiene una imagen abstracta, etérea, moribunda, mórbida, agónica; es una mística que apuesta por esperanzas ultraterrenas, creo que allí está su error.

Que diferencia esta mística individual y flemática de la de los tiempos griegos, llena de fuerza, gozo y alegría. El paraíso comparado con las fiestas dionisíacas, es un letargo eterno de aburrimiento. A pesar de que la mística fue una entrega casi de contrabando de la edad antigua (Dionisio Aeropagita) está no pudo sino absorber el ambiente en el cual se formaba. La mística cristiana nace de una negación de la vida, lo que necesitamos es una mística que venga de su aceptación. Yo estoy convencido de que hay que trabajar y profundizar más en la noción de mística, pues es urgente la tarea de recuperar el sentido, la plenitud, lo sagrado de la vida, para ello creo que es necesario una vuelta a la espiritualidad antigua, el como llegaron al equilibrio y a estar sanos. Dante nos muestra todo por así decirlo, el dolor humano que es intemporal y la respuesta cristiana para aliviarlo y remediarlo. Como notan, la lectura de Dante me ha traído un nuevo y apasionante problema, el sentido de la vida para los medievales y como este no logra sostenerse. Y además de ahora en adelante se que en cuales son las palabras eternas, sacras, temibles que están escritas en el pórtico que da la ‘bienvenida’ a la vida:

“Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!

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