jueves, 19 de agosto de 2010

"El infierno"




Es necesario desprenderse de los vanos paraísos del placer y del poder, como quien se saca un viejo vestido que le impide entrar al banquete de la inteligencia.

Es necesario también y sobre todo desprenderse de la falsas creencias y de los falsos mitos, que son como distracciones, como vendas delante de los ojos, puesto que no se trata solamente de adquirir la virtud, la "vida nueva", sino también de lograr el conocimiento, la "inteligencia nueva", compañera inseparable y guía de la virtud.

Como en los antiguos misterios, el candidato a la iniciación deberá pasar por las "pruebas" purificadoras a las que se someten y se sometieron todos los que van en busca de la liberación.

Es por ello que este Infierno es un lugar sombrío, de enrarecido aire, pestíferos alientos, y repentinos clamores. Paso a paso se desciende por las miserias humanas, cada vez más siniestras y más tristes, hasta llegar al centro de la maldad, donde están los que han traicionado a sus benefactores.

Es también una estructura lamentable y decadente: no sólo sus condenados son progresivamente más perversos, el mismo Infierno va desencajándose en escombros de lo que tal vez alguna vez fue una construcción estable, pero que a medida que se acerca al centro, es más ruinosa, con precipicios más profundos, riesgosos deslizamientos y senderos desorientadores.

Crece la falsedad y agresividad de los demonios que rigen los círculos, y se vuelven más brutales, pero también más torpes, hasta el punto de que un condenado los puede engañar. Y finalmente, en el cero absoluto del helado Cocito, cesa la actividad y la vida, y nuestros viajeros, sin ningún temor, pueden aferrarse del cuerpo del inerme Lucifer y descender por él.

Los lagos, pantanos y ríos van adquiriendo características inmundas como si la concentración de sus aguas fuera un progresivo veneno.

La idea que queda es la de un regreso al caos original, a la nada, pues el caos no es otra cosa que la mezcla indistinta y deforme de todas las cosas que han perdido su identidad. Estamos en un mundo en el que faltan la razón y el intelecto, no solamente en el orden moral, sino también en el físico y metafísico, por donde el universo mismo y su belleza desaparecen.

El Infierno es por todo ello un lugar sumamente peligroso, que el viajero salva gracias al frecuente apoyo y guía de Virgilio, su Conductor, sin el cual nunca hubiera hallado el camino ni superado los obstáculos.

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