lunes, 18 de octubre de 2010

"Divina Comedia": ensayo

Podría uno preguntarse si es necesaria un introducción al Paraíso de la Comedia dantesca, cuando el mismo Dante, en su epístola al Gran Canciller expuso el sentido y la interpretación que debe darse a su magna obra, y lo hizo magníficamente con el señorío de su segura escritura, extendiéndose en esos largos períodos, largos para la brevedad y nerviosidad de nuestro tiempo, pero en los que, con la maestría que da la claridad de las ideas y la precisión expresiva de su genio, vuelca la estructura en la que concibió la obra y, en particular, el Paraíso, que es el regalo que está ofreciendo al Gran Can. Es una de las más bellas cartas que ha escrito, posiblemente debido al aprecio que le merecía el Canciller, y también a la gravedad del asunto. Se recomienda al lector recorrer esas epistolares páginas y, a la vez que se informa, disfrutar, con la tranquilidad de ánimo y con el tiempo que requiere, de esa estupenda prosa de Dante.

Pero sin embargo, es tan amplio el universo de la Comedia, que quedan muchísimos otros temas que, por cierto, no trató Dante en su carta, la cual, en realidad, no está escrita sino para ell Canciller, a quien quiere agradar con su presente.

El Paraíso es un canto a la felicidad de quienes, luego de haber destruido en sí mismos las miserias y las mentiras del Infierno, luego de haberse ejercitado a fondo en el ejercicio de las virtudes y logrado el ingreso al reino, gozan ahora de la felicidad que Dante asigna a los virtuosos: tanto en el Banquete como en la Comedia Dante afirma que el virtuoso, cuanto más virtuoso es, más feliz es, y aquí en el Paraíso dirá que la felicidad, que el virtuoso ve crecer en su vida, es el signo que tiene para conocer que progresa en virtud. Por donde virtud y felicidad son materia de proposiciones "reversibles", una produce a la otra, y la otra es medida de la primera, como si fueran lo mismo.

Pero ¿cómo se puede deleitar y captar la atención del lector con la descripción de todos los aspectos de la dicha? Nos atrae y conmueve por un lado el dolor y el fracaso de los perversos con el feroz relato que de ellos muestra la Comedia. También nos conmueve la lucha de los héroes del Purgatorio que voluntariamente se someten a trabajos dignos de un Hércules. Pero aquí no tenemos sombras porque todo es luz y no hay lugar para el drama, y por tanto es casi imposible conmover. Dante conoce la dificultad a superar y lo prueba lo extenso de la invocación con que arranca el Paraíso, que es la más devota dirigida a los dioses de la palabra y la más humilde de todos los cánticos. Igualmente en la literatura posterior y en la actual se citan frecuentemente los personajes del Infierno, siendo los preferidos el conde Ugolino y el arzobispo Ruggieri del espantoso drama del canto XXIII, pero poco se cita a los del Purgatorio, y mucho menos a los relatos del Paraíso que están prácticamente ausentes.

Dante acude a su mejor herramienta que es la belleza, fiel al dogma griego y platónico de que belleza, bien y verdad van siempre juntos y no pueden coexistir uno sin el otro: ¿no están estos tres conceptos claramente delineados en aquel soneto de la Vita Nuova que es como la declaración de principios de los poetas Fieles de Amor?

AMOR Y CORAZÓN GENTIL SON UNA MISMA COSA,
como el sabio en su dictamen pone,
y así no puede ser el uno sin el otro
como sin razón el alma racional.
Hízolos natura cuando es amorosa,
Amor por señor y el corazón por su morada,
dentro de la cual durmiendo reposa
a veces breve otras larga demora.

Muéstrase luego belleza en sabia dama
que a los ojos place tanto, que dentro del alma
nace un deseo de la cosa placentera;
y talmente tanto dura en él
que a despertar fuerza al espíritu de Amor.
Y lo mismo obra en mujer hombre valiente.

Así también en el Paraíso recorre a "la cosa placentera" para despertar el "espíritu de amor" de sus lectores. Bien se nota en la difíciles tarea que nos deja a los traductores por la abundancia de imágenes y figuras literarias de que hace frecuente gala Dante en este Cántico.

  1. El viaje por los bellos planetas del Cielo tolemaico, la circulación de los fantásticos cielos, los cánticos, los ángeles, tronos y dominaciones del Cielo de las Estrellas, la recapitulación del todo en la rosacruciana Rosa Sempiterna, el fuego del amor del Cielo Empíreo, la devota y magnífica oración a la Virgen del piadoso san Bernardo, el encuentro final con el punto máximo de luz y posterior violento desgarro donde sí se insinúa la única tristeza de regresar a este mundo, el Amor que "mueve el Sol y las demás Estrellas", todos temas y figuras recurrentes del alma dantesca que al sincero lector, a través de los cantos, van atrapando en un torbellino de alegría y placer insuperables y casi inacabables. Al cierre del último canto, queda en nosotros el sabor de la felicidad que implican la honestidad, la gentileza, la generosidad, el desprendimiento, la sinceridad, la fraternidad, la liberación y la libertad, y, así, por entre las generosas palabras del Poeta, una dulce sensación de paz profunda vibra en nosotros como desmesurada dádiva de nuestro amigo Dante Alighieri.

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